Con frecuencia nos olvidamos de vivir el presente, que es el momento en el que debemos poner toda nuestra atención para ser felices, solo siendo plenamente conscientes de lo que estamos haciendo, viviendo, pensando o teniendo en estos momentos podremos ser dichosos. Sin embargo, no deja de ser curioso que gran parte de nuestra vida la ocupemos pensando en momentos que no estamos viviendo, en hechos que ya no podremos cambiar o de los que nos arrepentimos, o en preocupaciones que no sabemos si surgirán.
Esto, ademas, puede llegar a ser muy peligroso para nuestra salud, puesto que los pensamientos negativos sobre el pasado o el futuro nos crean sentimientos negativos, como la ansiedad, la tristeza o la rabia, que vivimos en el presente y nos impiden disfrutar de él vivir de esta manera se llega a convertir, para algunas personas, en un problema grave, hasta el punto de que en su vida no pueden deshacerse de estas emociones.
Si quieres cuidar tu salud y comenzar a sentirte mejor, lo primero que debes hacer es dejar de lado los pensamientos y las emociones negativos surgidos de otros tiempos y centrarte en el presente; es el único lugar en el que puedes encontrar paz y serenidad.
Ahora bien, ¿cómo aprender a vivir y a situarte en el momento presente?
Existen varias técnicas que te ayudarán, algunas de ellas son las siguientes:
Centrarte en tu respiración:
Es una manera sencilla de atrapar tu momento presente, además es un acto que te calmará y relajará y que puedes realizar en cualquier sitio. Pon atención en el aire que entra y sale, y siente cómo llega a tus pulmones y cómo se mueven tu pecho y tu abdomen con cada respiración. Cada vez que inspires, piensa que estás llenando tu cuerpo de paz y serenidad, y cada vez que espires, que te estás limpiando por dentro de pensamientos y emociones negativas.
Otro ejercicio de respiración es hacer una inspiración profunda y pensar;
“Inspiro y me sitúo en mi momento presente”, para después espirar el aire de manera larga y profunda, repitiéndote:“Y me doy cuenta que mi momento presente es perfecto”. Una vez más relajado gracias a la respiración, te darás cuenta de que la mayoría de los momentos presentes son maravillosos
cuando te detienes a pensar en ellos.
Describe mentalmente lo que estás viviendo:
Es otro ejercicio muy sencillo que te ayuda a situarte en el presente, consiste en describírtelo a ti mismo o verbalizarlo, si tienes esa posibilidad, a otras personas. Procura describir cosas buenas de la vida, que siempre están a tu alcance pero no les das la importancia que requieren. Por ejemplo, sitúate en un día cualquiera de trabajo, en el que hagas un descanso para ir a almorzar. Llueve, hace frío y has dejado en la oficina asuntos
importantes que deberás resolver a la vuelta.
Qué distinto es si disfrutas del momento presente, describiendo o comentando con otros, si estás acompañado, por
ejemplo lo bien que hacen la comida en el lugar donde fuiste a comer, o lo mucho que lo vas a disfrutar, o lo que te gusta, la atención que dan en ese lugar por ejemplo. De lo que se trata es de centrarte en lo que te hace sentir bien y que estás viviendo sólo en ese instante.
Toma consciencia de tus actividades diarias y de cómo disfrutas hacerlas ó lo que es lo mismo, no te aceleres,
relájate y tómate tu tiempo para disfrutar.Vivimos en un estrés y una prisa constante que hace que nos perdamos o
no demos importancia a muchas cosas sencillas que nos hacen sentir bien. Por ejemplo, al despertarte cada mañana, relájate antes de levantarte, y no lo hagas de golpe y deprisa, sino espera unos minutos en la cama y date cuenta de cómo es ese preciso instante. En la ducha por ejemplo, detente unos minutos en sentir cómo el agua cae sobre tu piel y la humedece y refresca; y no desayunes rápido, sino dedícale tiempo para disfrutar los alimentos, de saborearlos, sentir la consistencia, los sabores.
En resumen, piensa en todo lo que tienes, no en lo que te falta.
Agradece, dar las gracias no solo te sitúa a ti en el presente, sino también a las personas a las que agradeces al
hacerles sentir que sus acciones son importantes o de gran ayuda para ti. No busques un motivo de peso o una acción destacada por la que debas dar las gracias; cualquier acción sirve y todos tenemos un porqué, cuando lo haces, tomas consciencia del valor que tiene cualquier acción para ti y la sientes, la aprecias y la disfrutas.
Si eres creyente de cualquier religión, puedes dar las gracias a Dios, y si no lo eres, puedes darlas a la vida, o al universo, o a lo que tú quieras, pues de cualquier forma cumplirá su función y te hará sentir bien y reconocer tu presente.
Rodéate de personas que vivan el presente y tengan gran sentido del humor, si alguna vez te has preguntado porque las personas con sentido del humor parecen ser más felices, la respuesta es que están situadas en su momento presente. Saben sacarle el lado bueno o la gracia a lo que está ocurriendo, incluso en situaciones difíciles, rodearse de personas que sonríen y disfrutan con lo que hacen te ayudará a vivir plenamente tu presente.
Piensa “si te conviene” no “si te apetece” tener la intención de hacer algo no es suficiente, las ganas pueden ganar la batalla en un duelo de prioridades, para evitarlo, cambia la motivación buscando si tu propósito te conviene o no.
Con los nuevos propósitos surgen nuevas responsabilidades, si has decidido aprender un idioma, asumirás la responsabilidad de estudiar, de asistir a clase y de practicar a hablarlo. Y si deseas cuidarte más, tendrás que empezar a poner atención a lo que comes y realizar ejercicio.
Lo malo es que a veces contamos con toda la buena intención del mundo de realizar ese propósito, pero un día no nos apetece, o no tenemos ganas de salir a caminar si hace frío, o de acudir a clase si estamos cansados, o de cambiar la ensalada por la hamburguesa.
Hay personas que a pesar de tener claro su objetivo, no están dispuestas a realizar el esfuerzo que requiere para llegar a él, son casos en los que frecuentemente utilizan el escudo del “tengo ganas” o “no tengo ganas” como una razón de peso para hacer o no hacer algo independientemente de las consecuencias. Es hora de ir cambiando esa justificación para hacer las cosas, y pasar del “me apetece”al “me conviene”, y del “no me apetece” al “no me conviene”.
Aunque tengas pocas ganas, elige siempre hacer lo que realmente te conviene, o lo que es igual, hacer lo que tienes que hacer, es decir, a lo que te has comprometido contigo mismo o con otras personas.
¿La responsabilidad te abruma?
Una buena idea para recordarlo y animarte a cumplir tus metas, es escribirte en algún lugar que puedas ver al despertarte cada día, la frase: “Hoy voy a hacer lo que tengo que hacer”, y luego memorízala. Sé honesto contigo mismo y no te pierdas en excusas ni te inventes dificultades para no ponerte en funcionamiento. Cuando “hayas hecho lo que tienes que hacer” te darás cuenta de lo bien que te hace sentir.
Con las responsabilidades puede ocurrir que alguna que otra vez te pares a pensar en ellas y te agobies hasta el punto de bloquearte y no hacer nada. Con toda seguridad esta actitud te hará sentir mal, decepcionado, por no haber sido capaz de “hacer lo que tenías que hacer” y conforme pasen los días, esa sensación irá siendo mayor, puesto que el trabajo no realizado se va acumulando y cada vez tendrás la impresión de que las responsabilidades van en aumento.
¿Cómo evitar este bloqueo provocado por la suma de responsabilidades?
Toma nota de algunas soluciones:
Sitúate en el momento presente y mantente atento a lo que has de realizar en ese momento, no dejes que tu mente se preocupes por las tareas que debes llevar a cabo más tarde o las que ya están hechas y no puedes cambiar,
concéntrate en lo que has de hacer ahora y ponte a ello, sin más.
Permanece activo
Recuerda cuando estás en funcionamiento y te darás cuenta que es verdad la ley física que dice que la energía genera energía, puesto que se pondrá en marcha en tí una fuerza que te ayudará, como si fuera un generador con el siguiente asunto que tengas previsto. Al finalizar el día te sentirás muy bien con la satisfacción de ver tus metas cumplidas, esto también te favorecerá para dormir bien y descansar mejor, lo que después se traducirá en más ánimo y vitalidad para comenzar la siguiente jornada.
Haz uso de tu voluntad
No pienses que, para cumplir un determinado propósito, no tienes voluntad suficiente, la fuerza de voluntad no es algo que venga determinado en nuestra genética o que se tenga desde el nacimiento o de plano no se tenga. Es cierto que cuesta esfuerzo mantenerla, y por eso hay que usarla para situarnos en el camino de lo que queremos conseguir.
Siempre prográmate en positivo
Piensa que puedes hacer todo aquello que te propongas y planifica cada uno de los pasos que tienes que dar para pasar a la acción, sin ponerte piedras ni obstáculos en el camino. Por ejemplo, si has decidido comenzar a comer más sano, empieza por convencerte y decirte mentalmente todos y cada uno de los beneficios que este nuevo propósito va a suponer para tu salud, así como que volverás a ponerte la ropa que te gusta o que te hará a verte y sentirte mejor.
Eso sí, olvídate de acudir frecuentemente a la comida basura, no pases por esas secciones en el supermercado
y procura alejarte de restaurantes en los que la sirvan, sobre todo no pongas excusas, porque hay opciones
para todos los gustos, repite y repite las acciones que te encaminan hacia tu objetivo. La finalidad es que las interiorices y se conviertan en parte de tu vida, en parte de tu día a día.
Aquí es habitual pasar por una fase crítica y complicada, porque, como en toda meta, los resultados tardan en manifestarse, y además nos puede invadir el sentimiento de estar realizando un gran esfuerzo sin ver los frutos, es la fase de mayor riesgo, en que la probabilidad de abandonar aumenta, contra ello tienes que volver a traer a tu pensamiento:
“Hago lo que tengo que hacer”, “Esto es lo que más me conviene”, así es como este propósito se convertirá en una costumbre.
Una costumbre llama a otra, el propósito que tenías en mente, ese que veías tan lejano, ya es una costumbre, un hábito, una acción que forma parte de tu vida.
¿Esto es así? Pues déjame decirte que la fuerza de la costumbre es muy poderosa, puesto que genera nuevos hábitos. Si, por ejemplo, ya has conseguido comer más sano, seguramente tendrás una actitud muy positiva, puesto que empezarás a practicar ejercicio. Ahora cuentas con la satisfacción de haber tenido la experiencia de haber conseguido tu meta, lo que te ayudará sin duda con las siguientes.
Y lo mas importante, lo que conseguirás sin prácticamente darte cuenta, es cambiar tu rutina, eliminar viejos hábitos que tenías instalados de forma automática y que realizabas sin apenas darte cuenta y sin que aportaran ningún beneficio a tu salud. El esfuerzo por fin se verá recompensado con los resultados esperados y sentirás la
satisfacción de alcanzar tus propósitos.